"Los poetas deberíamos de dejarnos de vedetísmos, de modas (...) y dedicarnos a escribir poesía"J.S

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Hablan acerca de Sabines

He aquí dos creadores mexicanos refiriendose al hombre, al poeta: Octavio Paz y una lectura de Monsivais en el homenaje del Centro Libanés

"Jaime Sabines es uno de losmejores poetas contemporáneos de nuestra lengua. Muy pronto, desde suprimer libro, encontró su voz. Una voz inconfundible, un poco ronca yáspera, piedra rodada y verdinegra, veteada por esas líneas sinuosas yprofundas que trazan en los peñascos el rayo y el temporal. Mapaspasionales, signos de los cuatro elementos, jeroglíficos de la sangre,la bilis, el semen, el sudor, las lágrimas y los otros líquidos ysustancias con que el hombre dibuja su muerte -o con la que la muertedibuja nuestra imagen de hombres."
Octavio Paz
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Plática de Carlos Monsivais en el homenaje al maestro Sabines

La poesía mexicana, entre otras de sus grandes contribuciones, Jaime Sabines le ha traído un público, estrictamente suyo, no sólo de lectores, no sólo de oyentes, no nada más producto de la cultura poética, de ninguna manera sin tratos con la cultura poética, un público sui generis que traza el panorama donde se contradice la idea generalizada del abandono irremediable y masivo de los poetas a los que se califica ahora sin esas palabras como seres errantes de la zona del autoconsumo.

El poder de convocatoria de Sabines radica, según creo, en la capacidad de animar el placer de la metáfora, recurriendo a elementos cotidianos. Ese don formidable de convertir en expresión sabiniana lo que antes de él pudo ser de cualquiera de nosotros: Yo no lo sé de cierto, lo supongo.

Ingresar a lo entrañable

Jaime Sabines, desde luego, maneja los numerosos planos de la expresión poética, pero su arraigo multitudinario se inicia en la naturalidad asombrosa con que, por ejemplo, recoge la lección del bolero y la trasmuta en estética extraordinaria, como sucede célebremente en el caso de Los amorosos, un poema de Horal, el primer libro publicado a sus 24 años, un poema al que no agotan ni estropean las declamaciones escolares ni la repetición: ''Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse, juegan el largo, el triste juego del amor..."

Cito este poema porque fue el aviso del ingreso de Sabines a lo entrañable. ¿Qué hallaron y qué siguen hallando allí los desacostumbrados de la lírica contemporánea, los habituados, en todo caso, a la rima? Los reacios a la imagen posmodernista, que no posmoderna, encontraron no muy fácil, una poesía ardua que no los expulsaba, algo distinto a una poesía fácil que los incluía; descubrieron el gusto por lo aparentemente incomprensible que va rindiendo su secreto a cada lectura sin jamás cederlo del todo; vislumbraron y siguen vislumbrando el sentido mayor de la poesía, la memorización, que al aclararnos de pronto una línea, enriquece sin medida nuestras vivencias.

Sin la memorización de algunos de sus poemas centrales, el público de Sabines lo sería a medias: ''Vacíos pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos y ellos caminan, lloran hasta la madrugada, en que trenes y gallos se despiden dolorosamente..."

En las ocasiones en que he visto en acción al público de Sabines, esos amorosos que no se avergüenzan de toda conformación, he percibido o creído percibir que para buena parte de ellos Recuento de poemas o Nuevo recuento de poemas le significaron el ingreso a un mundo de estímulos inesperados, ligados a la música de la palabra, a la emoción largamente vivida de una metáfora, a la posibilidad de asomarse a una sensibilidad que desconocían en ellos mismos, y comparten su pasión inaugural con los habituales de la poesía, los enterados.

Los recién llegados y los lobos del mar de las imágenes se asombran por igual con Los amorosos: ''les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocina, los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida y se van llorando, llorando la hermosa vida".

¿Existe algo parecido a tierra recién nacida? ¿Qué conjunto escultórico equivaldría a las mujeres que duermen con la mano en el sexo? ¿Dónde se localizan los arroyos de agua tierna? Las metáforas iluminan las vidas que se viven naturalmente en prosa, y Sabines, como en su momento Neruda, como inesperadamente García Lorca, como a su tiempo Carlos Martínez Rivas o Roberto Juarroz, consigue la adhesión de quienes, al admirarlo, se convierten ante sus propios ojos y muy legítimamente en poetas instantáneos.

¿Cómo se construye una gran poesía? Nos es dado saberlo sólo por aproximación o inferencia, pero en el caso de Sabines las respuestas posibles se avizoran en cada relectura. Una gran poesía se construye con espontaneidad arduamente trabajada, sencillez de la complejidad, con desdén ante la tiranía del buen gusto o ante las consecuencias del exceso y la provocación: ''a la chingada las lágrimas, dije y me puse a llorar como se ponen a parir..."

A esto Sabines añade, sin miedos o reticencias, la exhibición del afecto desde una raíz familiar, desde el lazo orgánico vuelto amarradura totalizadora, donde la intimidad se convierte en proeza de todos los días, porque no hay nada más fatigoso que sobrevivir al amor y el desamor, que son, juntos, la célula básica de la sociedad.

Desbordar la ternura

En Tía Chofi, uno de sus grandes poemas, el que personalmente prefiero, no por desdén de ningún otro, sino porque ningún otro me aclara con mayor fulgor el sentido de la compasión, el padecer junto a los otros, Sabines es radical y es austero y es insultante hasta el desbordamiento de la ternura: ''Amanecí triste el día de tu muerte, Tía Chofi, pero esa tarde me fui al cine e hice el amor. Yo no sabía que a 100 leguas de aquí estabas muerta, con tus 70 años de virgen definitiva, tendida sobre un catre, estúpidamente muerta. Hiciste bien en morirte, Tía Chofi, porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso, porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste, ya no tenías qué hacer, y a leguas se miraba que querías morirte y te aguantabas. Hiciste bien".

¡Qué familia no está contenida en estos versos; qué afecto no podría desmenuzarse de este modo, con grosería y entrega; qué manera hay de evitar que el lector del poema no sea al propio tiempo un personaje central o marginal del mismo!

Jaime Sabines es, como tanto se dice y se exige ahora, incluyente, y para tal efecto en su obra coinciden la imprecación, la duda, la ternura, la blasfemia aquietada por la fe, la orfandad y la adopción de Dios, la celebración de las putas y de la soledad, esa puta sin clientes, habría que decir, el sentimiento amoroso sin el aura del prestigio poético, la precocidad que lo exhibe notable desde los primeros poemas, como el aquí ya citado: ''Lento amargo animal, que soy, que he sido amargo desde el mundo de polvo y agua y viento que en la primera generación del hombre bebía a Dios".

Sabines es forzosa y placentera y llagadamente bíblico, porque su poesía en todas las ocasiones tiende a la celebración y el dolor de los orígenes. A partir de estos elementos constitutivos, cualquier otro se despeñaría en el vitalismo. Sabines no, y uno de sus logros notables es el combinar el dominio formal con el apego a características consideradas anacrónicas, a sus transfiguraciones del tedio y el oprobio y la filosofía postcoitum.

Sin pudor y sin jactancia insiste en la desesperación, ama y fornica, insulta y se insulta, crea nuevas y excepcionales coplas a la muerte de su padre, se emborracha para llorar y no llorar, se revela torpe y lúcidamente ante la angustia de los seres queridos: ''mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer, en la raíz del cuello, sobre la sublavia, tubérculo del bueno de Dios, ampolleta de la buena muerte, y yo mando a la chingada todos los soles del mundo".

También Sabines es impiadoso consigo mismo, igual a un perro herido al que rodea la gente, feo como el recién nacido y triste como el cadáver de una parturienta, y es profético como cedro del Líbano y robledal de Chiapas.

El resultado es singular, un análisis descarnado y solitario de los sentimientos y un romanticismo crítico, entre comillas, aislados de jerarquías y ambiciones canónicas. En algún momento exclama: ''¡Nos confundimos, apenas si alcanzamos a decir la mitad de esto o aquello!". Seguramente, pero en su caso él se ha dado tiempo para decirlo todo sobre esto o aquello, esas dos totalidades de la melancolía.


(Texto tomado de http://www.jornada.unam.mx/1999/03/20/cul-monsi.html)

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